MUSICOT

miércoles, 13 de enero de 2016

Balada de Sally Corleone.


 ...como otro día cualquiera...
...era Lunes...



Los platos se acumulaban en el fregadero rodeados de frío, humedad y cucarachas. La luz inundaba el cuartito en el que vivía Sally, junto con su nuevo novio "Manoplas". Le llamaban así porque en el taller donde trabajaba era el único en utilizar guantes, un tipo fino y larguirucho. Demasiado como para parecer mecánico.

Sally se tumbaba a veces en el suelo sin importarle realmente si estuviera sucio o no. La suciedad del suelo era una constante pelea entre Sally y Martín "Manoplas", porque el no soportaba la suciedad y la falta de higiene en Sally y en su alma. Era una mujer corrompida por las circunstancias, aunque no una mala chica.
Precisamente en el suelo se encontraba cuando recibió una llamada desde la otra punta de Madrid de Ike, su hermano mayor. Le comunicaba la muerte de su madre. Sally colgó el teléfono y esperó pacientemente a que la ginebra que acababa de tomar le hiciera efecto. Para dormir. Eternamente. Pero no sucedió y Sally se puso a llorar. De no ser por el alcohol, no habría podido hacerlo.

Se levantó para tomar una ducha caliente que calentase su corazón frío y perdido en el universo.
Se levantó como la muerte, rogando por llevarse otro pedazo de pizza a la boca.
Se levantó por última vez aquél día, antes de caer en un coma etílico durante un par de semanas.

Salió Sally de su llanto, tan pronto como hubo entrado en él y se desplazó hacia el armario, de donde sacó un conjunto elegante de luto de una montaña de ropa arrugada y desordenada: unos zapatos bajos de charol que estaban en lo alto del armario y un abrigo largo de cuero completaron su atuendo.
Duchada y perfumada llamó al "Manoplas", que no dijo nada y siguió trabajando.
Duchada y perfumada llamó a Everardo, que para que le llevase al velatorio de su madre.

Everardo dijo que no la quería ver. Una constante en el universo de Sally: los hombres salían o entraban definitivamente en su vida. Pero no volverían.

Tomó un taxi y pensó en salir corriendo para no pagar la carrera. Pero era un día demasiado triste como para hacer eso, acababa de morir su madre. Se puso a cantar.


All I want for me...
...is You...
Dying for you, darling.
Dying for my life...
Just believe me: I'm crying
All I want to me...
Alll I want for meee.....
...iiiis...
...You.


El taxista le perdonó la carrera.
Y la vida.
Sally bajó del taxi y continuó con "el guión que le había escrito Dios",
como solía referirse a su vida cuando hablaba sola.